Las posiciones dominantes son numerosas: el banco mundial que concede o deniega un crédito, el grupo industrial que permite o no el acceso a sus patentes, el particular que elige en quién invertir su capital o, simplemente, el transeúnte que ofrece una moneda a un mendigo. La vida nos pone a todos en posiciones de dominio, obligándonos a tomar decisiones que pueden ser decisivas para otros.

Nuestros ordenamientos jurídicos liberales nos otorgan una libertad casi ilimitada para disponer de nuestros bienes. Sin embargo, desde el punto de vista moral, mucho más exigente, ¿cuáles son los criterios para tomar decisiones?

N se trata aquí de un tema nuevo. Ya se planteaba en Mesopotamia hace 4.000 años. Sobre la base de un breve análisis histórico, el autor reflexiona en este ensayo sobre un modelo que sea a la vez lo suficientemente robusto para casos complejos y lo suficientemente simple para ser aplicado incluso en situaciones corrientes.